Después de la implementación del sonido, el panorama en Europa es amplio y disperso, pero por sobre todo, muy rico a nivel artístico. Sin embargo, el clima político que se vive durante estos años y la llegada de la Segunda Guerra Mundial afectaron sustancialmente el modo de hacer cine y los temas que abordan quienes dirigen las películas.
Para los comienzos de los años 30 el cine aleman era el único que estaba a la altura de competir con la gran industria cinematográfica de los Estados Unidos. Pero en 1933, con el advenimiento de los nazis al poder, la poderosa industria cinematográfica alemana queda desmantelada: muchos de sus profesionales, de origen judío, se ven obligados a salir del país y emigran al resto de Europa y, sobre todo, a Estados Unidos. A partir de ahí, quedan sólo unos pocos cineastas que estan a favor del nuevo régimen. Obras de singular relieve como El flecha Quex de 1933, Hans Steinhoff y El judío Süss de 1940 de Veit Harlan marcan esa época junto con dos de los pilares del documentalismo cinematográfico: El triunfo de la voluntad de 1934 y Olimpiada de 1936. Con un deseo de superar viejos traumas y, sobre todo, volver la mirada a la sociedad, surge el neorrealismo impulsado por una generación que, aunque escasa de recursos, supo ofrecer algunas de las historias más brillantes del cine en la inmediata postguerra.
Con la devacle del cine alemán, el cine francés para a ser el más importante de Europa. Allí encontramos a directores que se mueven entre el realismo que ofrece la tradición, los ambientes populares y los dramas, con dosis de fatalismo. Cineastas como René Clair y Jean Renoir se consolidan como clásicos y surgen nuevos directores de vanguardia como Jacques Becker y Robert Bresson.
Las películas mas significativas de estos años son: Catorce de julio, 1932, de Clair; Los bajos fondos, 1936; La regla del juego, 1939, ambas de Renoir; El muelle de las brumas, 1938 de Marcel Carné, entre otras.
La guerra delimitó espacios. Más allá de abordar temas realistas, los directores franceses se centraron en las adaptaciones literarias y muy académico en las formas, un cine llamado "de qualité". Por otra parte, al público francés, le gustaba mucho su propio cine y eso ayudó a afianzar la industria de cine francesa como la única en Europa capaz de oponerse, dentro de sus limitaciones, al predominio estadounidense.
El cine británico, por su parte, hasta esos años tenía una estrecha relación de colaboración e intercambio con Hollywood, pero tuvo que implementar una estructura de proteccionismo para su cine debido a la implantación del cine estadounidense en su mercado e industria.
El gran impulsor del cine inglés de los 30 fue Alexander Korda, director y productor que consiguió uno de sus grandes películas en La vida privada de Enrique VIII(1933). Son los años en los que Alfred Hitchcock demuestra que sabe contar historias con Treinta y nueve escalones, 1935 y Alarma en el expreso, 1938, sin embargo la poderosa llamada de la industria Hollywoodense acabaría por atraerlo y continuar su carrera e inmortalizarse como uno de los directores mas importantes de todos los tiempos en suelo norteamericano.
Durante los 30, los ingleses, confirmaron ser los maestros del documental y del cine informativo de la mano de directores como John Grierson y Robert Flaherty.
En los años 40 dominan la producción de películas de prestigio como Enrique V dirigida y actuada por Laurence Olivier, uno de los mejores actores británicos y el que mejor adapataciones de Shakespeare realizó. Películas que se realizan en estos años como Larga es la noche de 1947 y El tercer hombre de 1949, ambas dirigidas por Carol Reed y Ocho sentencias de muerte de 1949, son de las mas notables.
En cuanto a Italia, el contexto político marcado por el régimen fascista de Mussolini, genera que su cinematografía se vea marcado por una veta propagandística, lo que impide que florezca. Por otro lado, la comedia intrascendente, llamada de “teléfonos blancos” de Mario Camerini en la línea de Que sinvergüenza son los hombre de 1932.
No obstante, en la inmediata postguerra cobrará fuerza un movimiento neorrealista centrado en temas sencillos, extraídos de la vida cotidiana y plasmados con gran realismo y un tono visual próximo al documental.
El cine soviético alcanza unos de sus grandes momentos con Iván el Terrible(1945), de Sergei M. Eisenstein, mientras que la presión política que se ejerce sobre los creadores obligará a realizar otras muchas películas que pretenden ensalzar la figura de Stalin, un culto a la personalidad que dará origen a un retroceso en la producción cinematográfica y provoca el exilio de los grandes directores, incluso del mismo Eisenstein.
En otros rincones del mundo la historia del cine también sigue su curso, aunque sin mucha repercusión en Europa o Estados Unidos. El cine japonés es prácticamente desconocido en Occidente en aquellos años, aunque la década de los treinta ya cuenta con autores importantes. No será hasta décadas después cuando el cine japonés u oriental comience a expandirse por el resto de culturas y a influenciar las maneras occidentales de hacer cine.
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